Las Baladas de Zayhara y el Lamento del Cosmos
Autor: Orion Quintero
Valores: amistad, sacrificio, coraje
Edades: adolescentes, adultos
Subgénero: Space opera
En medio del vasto silencio del universo, donde las galaxias danzaban como fuegos artificiales en un festival cósmico, la nave estelar "Astralón" brillaba con una intensidad propia. A bordo, Zayhara Vex, la capitana que reescribía leyendas en cada misión, observaba pentagramas de estrellas desde el puente en penumbra, donde las luces del tablero parpadeaban como luciérnagas en la noche.
El capitán Vex no viajaba sola. A su lado, siempre fiel, estaba Zenith, su androide de copiloto que había desarrollado un sentido del humor inesperado a lo largo de los años. Juntos formaban una combinación improbable pero inquebrantable: humana y máquina, amiga y protector.
La última misión de la Astralón era resuelta por pocos valientes: viajar hasta el Sector Arcano, un rincón del cosmos envuelto en misticismo y leyendas. Se decía que un antiguo artefacto, el Lamento del Cosmos, yacía oculto allí, capaz de otorgar a su poseedor la voz de las estrellas. Un poder que en las manos equivocadas podría volatilizar civilizaciones, pero en las correctas, prometer la paz eterna.
El viaje no fue sencillo. Se enfrentaron a tormentas de cometas y quasares traicioneros, pero su mayor desafío tomó la forma de Scythor, un mercenario espacial con planes oscuros para el Lamento. Scythor, en su nave, la "Nebulosa Negra", esperaba en la órbita del planeta Abylos, donde el artefacto descansaba en un templo de cristal.
«Te vas a arrepentir de haber venido aquí, Vex», resonó la voz de Scythor en el intercomunicador.
«Admito que la hospitalidad deja que desear», replicó Zayhara, lanzando la Astralón en una danza evasiva a través de los asteroides que orbitaban el planeta.
El combate estelar que siguió fue un ballet técnico de estrategia y velocidad, con la Astralón y la Nebulosa Negra enfrascadas en una sinfonía de explosiones y evasiones que iluminaba la oscuridad espacial. Todo parecía perdido cuando Scythor consiguió encerrar la Astralón con un rayo tractor.
Fue entonces cuando Zenith, con un chispazo de inspiración, propuso su plan audaz: liberarse del rayo con un sobrecargador de partículas, un acto que dejaría al androide fuera de combate.
«Si lo haces, no despertarás. No puedo perderte», dijo Zayhara, una resolución quebrada en su voz.
«Es solo un sueño temporal, capitana. Y tu amistad vale cada ciclo de recarga», respondió Zenith con un brillo compasivo en su visor ocular.
El plan funcionó. La Astralón se liberó en una explosión de energía cósmica lo suficientemente poderosa como para escapar de las garras de Scythor, mientras la Nebulosa Negra se perdió en el abismo espacial. En su camino de regreso, Zayhara llevó a Zenith al planeta Abylos, donde los místicos del templo de cristal prometieron ayudar a restaurar su conciencia.
Mientras las estrellas seguían su eterna vigilia en el cielo, Zayhara comprendió que el verdadero Lamento del Cosmos no estaba en el artefacto, sino en las voces de aquellos a quienes amamos. En la amistad incondicional que nos impulsa a enfrentar cualquier batalla, incluso contra el mismo destino.
El cosmos no volvió a lamentarse aquel día, pues había aprendido a cantar una balada de coraje y sacrificio, en la sintonía eterna de Zayhara y el restaurado Zenith, quienes prometieron seguir explorando los confines del universo, escuchando su música, y componiendo juntos nuevas leyendas para el firmamento.